Con motivo del aniversario de la muerte de nuestro fundador, Jose Mª Benito Serra, desde las Hermanas Oblatas, queremos homenajear este día con un pasaje escrito por Pere Fullana Puigserver, del Instituto Histórico Congregacional, conmemorando a nuestro querido Padre Serra y su vida, con el siguiente texto:
En otras ocasiones, hemos descrito sumariamente a Monseñor José María Benito Serra como un hombre visionario, testarudo, sensible y comprometido con los grandes desafíos de su tiempo. 139 años después de su traspaso le recordamos y continuamos inspirándonos en sus principales virtudes. Estamos ante una figura que continúa iluminando, aunque el mundo de 2025 poco o nada tenga que ver con la realidad de aquel 8 de setiembre de 1886.
Este año, la Congregación de Hermanas Oblatas del Santísimo Redentor, ha publicado el volumen VI de la correspondencia de los fundadores, un tomo que comprende la documentación de 1874 a 1876. Han pasado nada menos que 150 años y aquellos textos siguen teniendo nervio y alma, continúan siendo un punto de referencia para conocer más profundamente a los fundadores y su contexto. Los textos tienen un componente material e inmaterial interesante y contienen ingredientes de muchísimo interés, desde muchos puntos de vista. Entre todos quisiera destacar alguna idea esencial que vale la pena r remarcar por su actualidad y gran capacidad transformadora.
Las cartas de Monseñor son muy naturales y directas. El momento político era delicado y tenía que escribir crípticamente, sobre todo con los correligionarios carlistas. Con Madre Antonia es muy transparente y normal. No esconde a la persona y se presenta tal como es. No sobreactúa, opina y expresa directamente lo que siente y formula su pensamiento de forma concreta discerniendo a partir de lo que está sucediendo. Nada es extraño ni extraordinario, pero todo va adquiriendo un aire providencial, trascendente y salvífico.
En 1875, Monseñor es un personaje conocido, en 1886 un individuo calumniado. Muere difamado, dañado en su reputación, precisamente porque era uno de los escasos fundadores que compartía el día a día de una congregación femenina. Era el rostro visible de la Congregación, en una sociedad patriarcal y en una época en la cual la fundadora estaba protegida e invisibilizada. Adoratrices y Religiosas de María Inmaculada, sus contemporáneas, no tienen un fundador. Por encima de todo las cartas contienen lo escondido, lo intangible, lo trascendente del espíritu y del carisma de la Congregación. La palabra de los fundadores adquiere aquel carácter sagrado que tiene todo relato que sostiene un mito fundacional.
Pere Fullana Puigserver, Instituto Histórico Congregacional
