
Madre Antonia nos dejó un gran legado sobre su forma de pensar y actuar. Ofrecemos pequeñas frases extraídas de sus cartas y escritos para meditar y compartir.
Quienes la conocieron, dejaron por escrito rasgos de la personalidad de nuestra fundadora que les impactaron. Puedes descubrirlo en este VÍDEO
Hijas mías, tengan mucha caridad
La Humildad
... ahora ya no me pertenezco
Estoy persuadida de que la Congregación
Pida a Dios por mí, para que me dé acierto en su obra,
Soy oblata y he hecho oblación de mi misma
No hay nadie que junte a la buena voluntad,
No es nobleza ni intereses lo que se necesita para salvar muchas almas. Es la santidad, la abnegación, el espíritu de sacrificio
Todos tienen miedo y nos abandonan. ¡Sea Dios bendito!
Que rebosen caridad todos nuestros corazones por las muchachas que el cielo nos confía. Que también seamos sus madres sin parcialidad ninguna y que, con amor santo y paciencia sin límites, procuremos hacerles aborrecer el vicio y amar la virtud, más aun con nuestros ejemplos que con nuestras palabras
Las chicas son la gracia de Dios
Quiero yo que mis hijas vean en ellas
No somos religiosas que tenemos chicas,
A las oblatas toca ir cortando poco a poco y sólo poco a poco,
Nuestra obra, es de recoger y moralizar a las pobres muchachas de cualquiera edad y condición que, arrepentidas, quieren mudar de vida y empezar la gran lucha de la gracia contra las pasiones. Y necesita hermanas resueltas a trabajar mucho, a vivir pobremente y en obediencia. Se necesita para ello: celo, paciencia, abnegación continua y completa.
“En cuanto a mí, tengo el corazón que me rebosa de dicha y no puedo dar a usted (P.Serra) bastantes gracias por haber sido quien me ha traído a esta santa obra, que tiene todo mi amor y por la que gustosa me ofrezco a Dios sin cesar. También yo he hecho mis resoluciones. Dios quiera que sea fiel y que, por su amor y bien de estas almas y de la mía, yo sea mortificada, mansa y humilde de corazón”
Hay que pensar que somos las más humildes
No basta para nosotras que una joven tenga buena vocación religiosa: tiene que tener vocación de redentorista y estar animada de un celo ardiente por la salvación de las pobres almas pecadoras, disponiéndose a imitación de nuestro divino Redentor.
Muchas serán las veces en que la oblata del Stmo. Redentor tendrá que armarse de extremada paciencia, de abnegación entera, de sufrimiento sin límites... Pero, cuando sienta desfallecer sus fuerzas, eche una mirada al crucifijo y piense que sufre por el que tanto sufrió y con el mismo fin. Que no desmaye, no, la oblata del Redentor, y recuerde las palabras de San Pablo: “Todo lo que puedo en aquel que me conforta”
Sea lo que Dios quiera. ¡Bendita y alabada sea su santísima voluntad y adorada su mano paternal! Cuando hiere, como cuando consuela. Más espinas y otra vez más cruz. ¡Bendito sea Dios, que nos hace verdaderamente sus esposas! Pídale al Señor que no lo diga sólo con la pluma, sino que esté estampado en mi corazón.
… el Señor no habita en la turbación. Así pues, siempre que se turba vuestra caridad se aleja de Dios. Él está en la calma se halla en El. Y, nótelo bien, en El sólo. Así, cuando tiene V.C. penas y disgustos acuda a Dios, enciérrese en su corazón divino, cuéntele todo como si no lo supiera y pídale que le ayude, diciéndole: Sin Vos, Señor, nada puedo y todo podré con Vos y, ¡adelante!
¡Sea bendito el Señor!