En pleno tiempo de Adviento, nos llega la triste noticia del fallecimiento en Angola del padre Cyprian Jamba, redentorista. Precisamente estos días que se nos pide despertar y vivir en confianza, nos deja el padre Jamba, un hombre equipado de una buena dosis de confianza en el buen hacer de Dios en la vida de las personas y en la historia de cada pueblo. Persona de espíritu recio, austero y al mismo tiempo, acogedor, sencillo, amigo, hermano… presencia constante en la cercanía y en la distancia.
Nuestra mirada desde este final del 2018 se extiende hasta inicios de los años 90, cuando él insistía en la necesidad de que las oblatas estuvieran en Angola, nos motivó y acompañó para no desistir en nuestro proyecto de poner raices en tierras angoleñas, a pesar de que en el país se recrudecía una guerra civil interminable y sin sentido. Él estaba convencido de que la sociedad y la Iglesia angoleñas necesitaban ser enriquecidas con el carisma y el compromiso de las oblatas.
No contamos con muchos datos biográficos del padre Jamba. Sabemos que era de la zona sur de Angola, pero él nos ha dejado su huellas. Nuestros recuerdos de él aparecen en Luanda, en sus visitas, en los momentos de encuentro y fiesta con nuestros hermanos redentoristas y sobre todo en Huambo y Kuito-BIé. Recordamos nuestras visitas al barrio de San Luis, en la escuela y el ambulatorio. ¡Cuantos signos del Reino, en aquellos pobres pero bellos lugares! Aparecían la acogida, la sencillez, la cercanía, el lenguaje del amor que aproxima y rompe las barreres del idioma, el país, la raza, lo diferente… han quedado siempre en el recuerdo aquellas mujeres llenas de fortaleza, vida y agradecimiento.
Con frecuencia nos sorprendía. Era un hombre con proyectos, con visión, a pesar de sus limitaciones de ceguera. La pequeña residencia de mujeres, oportunidad de crecimiento y de formación para las jóvenes que procedían de las zones rurales, era dentro de su precariedad, una verdadera osadía y un deseo de mejora y de apuesta de futuro. Allí acompañaba a las jóvenes y discernía sus anhelos vocacionales. Y siempre pensaba en las oblatas. ”No me puedo morir”, nos decía, “sin ver una oblata angoleña”
Eran proyectos que él creaba y acompañaba con atención. Para nosotras era un hombre de opciones profundas, que supo situarse en la vida al lado de los pobres. Los hombres y mujeres de los márgenes eran quienes acompasaban sus deseos, decisiones y proyectos. Para nosotras, el padre Jamba fue una referencia de coherencia y de fidelidad en un país del que teniámos que aprender casi todo. Siempre aparecía su interés, su capacidad de escucha, de dialogo, su compañia y su fe inquebrantable en el Dios con nosotros que siempre nos acompaña.
En este siglo XXI, tiempo de cambios, de incertidumbre, de posibilidades y horizontes nuevos, necesitamos tener la mirada del padre Jamba, que remite a lo esencial, la posibilidad, lo importante. Las oblatas, siempre estaremos agradecidas a nuestro hermanos redentoristas de Angola y especialmente a él, que seguirá velando por nosotras y por nuestra misión.
Padre Jamba, siempre estarás en nuestro corazón agradecido.
Muchas gracias. Obrigada. OSAKIDILA!
Pura González y Puri Alzola