¡Que tenga valor y no desfallezca!
¡Que no me canse de amar!
en los embates que aminoran mis fuerzas,
ni en el ser de aquellos
que más difícil me lo ponen.
¡Que no deje de servir!
a los que salen a mi encuentro,
a pesar del vacío y la tristeza que queda
cuando se aprovechan de todo lo regalado.
¡Que no huya del dolor!
que en la vida esconde
un sentido incomprendido,
ni me arrastre la indiferencia ante el mal
y la iniquidad de nuestro mundo.
¡Que no se me cierren los ojos!
ante la inocencia y la bondad
que se oculta en la debilidad de la vida,
ni se me pase por alto el misterio de Luz
que mora en el corazón de toda persona.
Sumergirme intensamente en todo
y abrazarlo en plenitud
sin retener nada,
ni el beso que me endulza la noche,
ni las sonrisas que
me alegran las horas amargas.
Y si en este vivir me siento morir,
que esta muerte sea, entonces,
el paso a un nuevo nacimiento.
Poema escrito por Mar Galcerán, parte de nuestra familia oblata de Barcelona.