- Madre Antonia fue una mujer que compartió todas sus virtudes y entregó su vida a quienes la necesitaban
- Puedes visitar online la habitación de Madre Antonia aquí
“¡Feliz ella, que, después de haber cumplido su caritativa y trabajosa
misión, goza ya en el cielo del premio de una vida consagrada toda
entera al servicio de Dios y bien de sus semejantes!”
Así se refería a Madre Antonia de la Misericordia, la Secretaria General de entonces, Sor Casimira de la Misericordia, en la comunicación que envió cuando, el 28 de febrero de 1898, fallecía nuestra fundadora. Hoy, 120 años después, conmemoramos su paso a la casa del Padre.
Antonia fue una mujer culta, adelantada a su tiempo, independiente, capaz. Una mujer que conocía varios idiomas, que escribía y enseñaba. Una mujer que encarnó en su vida los valores de la igualdad y la justicia. Pero, sobre todo, una mujer que supo aplicar en su propia vida aquel valor del que tanto se habla hoy, muchos años después: la sororidad. El apoyo entre mujeres. La conciencia de lo necesario que es conocer las propias capacidades, expresarlas y compartirlas.
Pero todo aquello que era Antonia, decidió no quedárselo para sí, sino entregarlo a aquellas que más necesitaban de esas virtudes: las mujeres excluidas, en situación de prostitución. Antonia abrió una puerta a la esperanza para que ellas encontrasen una oportunidad y desarrollasen su capacidad de decisión.
Madre Antonia abrió un camino que hoy las Hermanas Oblatas del Santísimo Redentor intentamos mantener vivo con nuestro trabajo diario. Un carisma con el que pretendemos ser acogida y respeto hacia las mujeres más vulneradas.
“Concluyo, Hermanas mías, rogándoos a todas, por las entrañas de
Jesucristo y por el amor que nuestra Madre nos tuvo, que trabajemos
ahora más que nunca en imitar sus virtudes”
A los 120 años de su muerte, Madre Antonia nos sigue acompañando.
