Hoy, 11 de mayo, toda la Familia Oblata estamos de celebración: Se cumple el 212º aniversario del nacimiento de nuestro fundador, José María Benito Serra.
José María nace el 11 de mayo de 1810 en Mataró (Barcelona), ciudad a la que sus padres se habían trasladado. Buscaban distanciarse del clima inseguro que se vivía en Barcelona, en poder de los franceses, en el contexto de la guerra de la independencia.
Monseñor José María Benito Serra, religioso benedictino y obispo, está presente en el proyecto fundacional de la Congregación de Oblatas del Santísimo Redentor, mantiene una cercanía muy proporcionada con la evolución de la primera etapa de la institución, y todo el entorno institucional le consideró como cofundador.
Conversamos con Pere Fullana, doctor en Geografía e Historia por la Universitat de les Illes Balears, acerca de la figura del fundador de nuestra congregación.
Hoy se cumplen 212 años del nacimiento de José María Benito Serra. ¿En qué medida podemos decir que el padre Serra fundó la Congregación de las Hermanas Oblatas del Santísimo Redentor?
El concepto de fundador de una congregación religiosa tiene que entenderse de una forma abierta y experiencial. En el siglo XIX muchas congregaciones religiosas femeninas surgen como consecuencia de la colaboración entre un consagrado (religioso, sacerdote, obispo, etc.) y una fundadora responsable del proyecto. En el caso que nos ocupa, ya en la fase fundacional de la congregación se genera una tradición, un relato, una historia que da sentido y continuidad a la experiencia primigenia. Monseñor José María Benito Serra, religioso benedictino y obispo, está presente en el proyecto fundacional de la Congregación de Oblatas del Santísimo Redentor, mantiene una cercanía muy proporcionada con la evolución de la primera etapa de la institución, y todo el entorno institucional le consideró como cofundador.
La trayectoria religiosa personal del P. José María Benito Serra no acaba de encajar en muchos de los estereotipos de la época, pero al mismo tiempo es hijo de su circunstancia. Es un religioso sin claustro, un obispo sin diócesis y un apóstol que refleja las dificultades de la institución eclesiástica para explicar la diversidad y la pluralidad en su interior. Este tipo de individuos generan proyectos, dan vida a ideas muy potentes y provocan debates de cierto calado, dentro y fuera de la Iglesia.
Barcelona, Santiago de Compostela, Palermo, Perth, Roma, Madrid… la vida del Padre Serra está impregnada por el carácter misionero y apostólico. ¿Cómo transmitió esto a Antonia María de la Misericordia y al carisma Oblata?
El componente misionero arraigó en una parte considerable de los exclaustrados españoles de 1835-6. Centenares de religiosos, de diversas órdenes y congregaciones, continuaron su consagración religiosa en países donde legalmente podían vivir en comunidad y llevar una vida acorde con la que habían profesado. Coincidiendo con una circunstancia misionera de la Iglesia católica muchos de estos religiosos marcharon a países considerados tradicionalmente como misiones. Desde el siglo XVII, creada la Obra de Propaganda Fide, durante el XVIII habían sido muchísimos los religiosos españoles que habían marchado al continente americano, a partir de mediados del XIX gracias a la modernización del transporte y a la presencia de las grandes potencias europeas en África, Asia y América especialmente, desde la Santa Sede se potenció la obra misional. Se fundaron muchas congregaciones religiosas misioneras y aumentó sistemáticamente la presencia católica en países donde históricamente el catolicismo había sido muy minoritario.
La experiencia de Mons. Serra en Australia es única, y la de Antonia en Roma en la sede central de Propaganda Fide probablemente también se trate de una obra singular. El P. Serra y Antonia de Oviedo coinciden en proyectos relacionados con la propagación de la fe, y ambos manifiestan anhelos de consagración a causas relacionadas directamente con la propaganda católica.
¿Cómo nace en el padre Serra ese interés y dedicación a las mujeres vulnerables, en exclusión y apartadas de la sociedad?
Cuando llega a Madrid a mediados del siglo XIX, al renunciar al obispado de Perth, el P. Serra entra en contacto con señoras y asociaciones comprometidas social y religiosamente en la corte. Estos contactos directos facilitan el acceso del P. Serra a experiencias impactantes en el terreno social, en especial entre enfermos y mujeres que viven en Madrid la tragedia de la prostitución, las lacras del servicio doméstico y la problemática social de una ciudad con problemas sociales muy serios, marcados por la pobreza y la marginación social. A Serra le mueve en gran medida el sentido moral del catolicismo de mediados del siglo XIX, tiene conciencia de estar viviendo en una sociedad manchada por el pecado y afectada por una burguesía liberal. Su compromiso a favor de determinados colectivos marginales de la sociedad es, en gran medida, resultado de su experiencia personal, al visitar hospitales, hospicios y centros de beneficencia. La redención de la mujer es probablemente, una de las grandes singularidades de las congregaciones religiosas fundadas en Madrid en este tiempo.