Como cada 16 de marzo, la congregación de Hermanas Oblatas del Santísimo Redentor y toda la familia oblata celebramos el nacimiento de nuestra fundadora, Antonia María de Oviedo y Schönthal, haciendo memoria de su vida y el legado que nos dejó.
Antonia de Oviedo nace en 1822, hija de padre español y madre suiza, en la localidad de Lausana (Suiza). Su madre se esmeró de manera especial en darle a Antonia una educación muy avanzada en comparación con la que recibían las mujeres de la época. Hablaba varios idiomas y destacaba por su sensibilidad hacia la belleza, ya fuera en el arte, la literatura o en la propia naturaleza. Y es precisamente esta última la que jugaría, más adelante, un papel importantísimo en la creación de un espacio de acogida único y reparador para las mujeres en la casa de Ciempozuelos.
En 1948 llegó a Madrid, donde trabajó, durante 12 años, como educadora de las infantas, hijas de la reina María Cristina. Una realidad que contrastaba drásticamente con la que encontraría Antonia, unos años después, de la mano del obispo y misionero José María Benito Serra: la de las mujeres en contextos de prostitución.
Una realidad ante la que, tras un proceso de discernimiento, la actualmente reconocida como Venerable por la Iglesia, se dispuso a comenzar la obra de fundar una casa de acogida para aquellas mujeres. Un proyecto del que, más adelante, nacería la congregación.
Fue en 1864 cuando abrieron la primera casa de acogida, el primer “puerto de salvación” en Ciempozuelos. Un lugar en el que se hiciera eco en la vida de las mujeres la acción sanadora de Jesús Redentor, y que les ofreciera la oportunidad de formarse para valerse por sí mismas evitando, de esa manera, las consecuencias del ejercicio de la prostitución.
Ella soñaba una comunidad de iguales, tanto entre oblatas como con las mujeres acogidas, basada en el diálogo, la participación y la libertad compartida. Y es que, experimentando en sí misma el amor misericordioso de Dios, comprendió que el Señor la llamaba a hacerse oblación a Él y a los hermanos y hermanas, especialmente compartiendo la experiencia de las que sufren exclusión, para mostrarles que el Padre las ama con ternura.
De esta manera, Antonia señaló el camino para crear relaciones saludables, una convivencia familiar basada la escucha y el cuidado recíproco. Por ello, fue una mujer capaz de derribar todo aquello que se opone a una comunidad fundamentada en el amor: los prejuicios, las estructuras, las figuras de autoridad, el sufrimiento. Este mirar de Antonia es el que la familia oblata sigue manteniendo hoy, 197 años después de su nacimiento.