El 1 de junio de 1864 se abrían en Ciempozuelos (Madrid) las puertas del Asilo de Nuestra Señora del Consuelo, equipado de humanidad, sobre un suelo de justicia y compasión. Una casa para albergar la indefensión, el desamparo y el abandono de las mujeres golpeadas y heridas por la prostitución. Un hogar donde las mujeres puedan sanar su voluntad y recuperar su dignidad. Dignidad arrebatada por la incomprensión de una sociedad que excluye a lo más débil.
Conmovidos por la situación de estas mujeres a la que fueron testigos en el Hospital de San Juan de Dios, y alcanzados por el Evangelio de Jesús; José María Benito Serra y Antonia de Oviedo y Schönthal, guiados por el aroma del Espíritu, se entregan con lo que son y tienen en alternativa de compasión y ternura y deciden poner en marcha esta obra de redención que, 160 años después, sigue abriendo sus puertas.
Un radiante día de junio el primer paso de la misión oblata se ponía en marcha. En la casa de Ciempozuelos se garantiza el acompañamiento afectivo y emocional para que la mujer logre salir de su postración, se levante, viva con dignidad e inicie un proceso de auténtica liberación. Este camino de compasión y ternura que desembocó en la congregación de Hermanas Oblatas del Santísimo Redentor, a día de hoy, amplía su misión con la Familia Oblata.
“Tengo casa en Ciempozuelos”, decía entonces Madre Antonia. Y hoy, en una situación mundialmente complicada como la que estamos viviendo, la Familia Oblata demuestra que ese espíritu de acogida sigue vivo, como aquel primer día en Ciempozuelos. Las puertas siguen estando abiertas en comunidades y proyectos.