Hoy, 26 de abril, celebramos la fiesta de Nuestra Señora del Buen Consejo, fecha muy significativa para nuestra congregación, en especial para la Provincia Europa que la eligió como titular.
Por ello, en este día, las hermanas de la Provincia Europa residentes en Madrid participan en la Eucaristía de las 10 horas en la colegiata de San Isidro, lugar donde se haya la imagen mariana que ha ayudado a definir la vocación de varias personas que acudieron a ella confiadas en su consejo maternal.
La devoción a esta imagen de la Virgen se remonta a la ocasión en que nuestra fundadora, Antonia María de la Misericordia, acudía a su Madre en busca del buen consejo, para que le ayudara a discernir qué quería Dios de ella.
Según narra la hermana Mari Cruz Ciordia, en su libro sobre Antonia “Un Mirar que genera encuentro”, cuando el padre Serra comentó a Antonia lo que ha visto y oído en las salas de mujeres del hospital del de San Juan de Dios en la calle Atocha, ella acude a la Madre del Buen Consejo.
Palabras del Padre Serra:
“Esto era demasiado doloroso para que yo pudiera presenciarlo sin determinarme a hacer algo a favor suyo…
…que después de ser curadas en el Hospital de San Juan de Dios, veianse precipitadas a volver a la vida desgraciada que antes habían llevado, pues se les obligaba a tomar la cartilla de prostitutas, según la orden dada por el gobierno…
Ministro del Dios de Bondad al reconciliar a estas jóvenes con aquel Señor que no vino a buscar a los justos sino a los pecadores. He sido con frecuencia depositario de deseos, que no he podido dejar de creer sinceros…
…Yo quiero salvar esas chicas. He llamado ya a todas las casas establecidas y es menester algo en Madrid o en sus cercanías, y si todas las puertas se cierran les abriré yo una donde puedan salvarse…”.
Así, la autora del libro narra como Antonia “abrumada” acude a María madre del Buen Consejo, en la iglesia de S. Isidro de la calle Toledo.
Gracias a la Biblioteca Históricas de la Congregación (I, p. 240), conocemos el testimonia de la propia Antonia:
“Después de maduras reflexiones,
de largas oraciones
y de violentos combates;
así como de una gracia especial
de nuestra Señora del Buen Consejo,
me decido por fin a abrazar la bella, pero dura y difícil
misión de trabajar en la liberación de esas pobres mujeres.
¡Fíat!”.