Con gozo y gratitud, la Congregación ha inicia este día junto con las hermanas capitulares, con una Eucaristía festejando a su patrona, Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, ícono tan entrañable y tan emblemático para nuestra Congregación y para nuestras queridas Marías. 
Este año, la celebración adquiere un significado aún más profundo, al coincidir con la celebración del XXIII Capítulo General, tiempo de escucha, discernimiento y apertura al Espíritu para caminar juntas en fidelidad al carisma fundacional.
Desde los inicios de la Congregación, la Virgen del Perpetuo Socorro ha sido un legado invaluable que nuestros fundadores quisieron dejar como signo de protección y guía maternal. Su presencia en la iglesia de la Casa Madre, en Ciempozuelos, es testimonio silencioso de la fe, la entrega y el amor de tantas hermanas que han confiado su vocación y su vida a su amparo.
Fue en 1884 cuando nuestra fundadora, Antonia María de Oviedo y Schönthal, realizó las gestiones necesarias para traer desde Roma una copia auténtica del icono, entregada por el padre Nicolás Mauron, entonces Superior General de los Redentoristas. Desde entonces, Ella permanece como fiel compañera de camino, sosteniendo con ternura la misión confiada a nuestra familia oblata.
Hoy, su mirada sigue interpelando y alentando a todas nosotras a seguir respondiendo con generosidad, esperanza y entrega, sabiendo que, como en los orígenes, no caminamos solas.
Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, cuídanos y protégenos.
