Como cada 2 de febrero, las Hermanas Oblatas del Santísimo Redentor somos convocadas a celebrar, de forma agradecida, un día muy especial: la fecha de inicio de nuestra congregación, hace 151 años, y la Jornada Mundial de la Vida Consagrada, instituida por Juan Pablo II hace 25 años.
Por ello, el día de hoy en todas las comunidades oblatas, así como en la Sede General, ha comenzado con un profundo agradecimiento por nuestra historia, por la intuición de Madre Antonia y Padre Serra, por las mujeres, por la Familia Oblata y por toda la Vida Religiosa que, tal como reza el lema de este año, es «parábola de fraternidad en un mundo herido».
Hace justo un año comenzábamos con la celebración de los 150 años desde que el carisma y la intuición de Antonia y Serra diera lugar a la orden religiosa. A partir de aquel 2 de febrero de 1870, la congregación ha ido creciendo y llegando a distintos países y lugares donde la Providencia ha señalado.
Comenzábamos el 150 aniversario de la congregación con el lema ‘Un envío que nos hace Familia Oblata’. Y no ha sido un año sencillo: hemos podido comprobar y sentir en primera persona no solo el dolor por la situación que atraviesa el mundo, sino también la incertidumbre y el peso de la lejanía. Sin embargo, como todos los periodos complicados, somos conocedoras de que es precisamente en estos momentos donde la vida religiosa está particularmente llamada a ser parábola de fraternidad, a ser familia.
Y, como Familia Oblata, abrazamos este envío al que hemos sido convocadas: salir al encuentro de las mujeres, especialmente de las más vulnerables, las que se encuentran en situación de prostitución o son víctimas de trata con fines de explotación sexual, reconociendo en ellas el rostro de Jesús Redentor, que nos muestra el camino y nos acompaña desde hace 151 años y nos seguirá acompañando en el futuro.