Nuestra congregación vivía con alegría, el pasado 19 de julio, la renovación del «Sí» al seguimiento de Jesús Redentor por parte de las hermanas Ana Paula Evelyn Carolina, Luiza Pralon y Priscilla Fernández.
Cada una en su comunidad, arropadas por sus hermanas, expresaron nuevamente su deseo de vivir su vocación como oblatas y dejar, así, que Jesús y las mujeres les indiquen el camino a seguir.
Hoy, expresan cómo vivieron este día y qué significado tiene para cada una de ellas esta renovación, así como la vivencia del carisma oblata en sus propias realidades.
Priscilla da Silva (Rosario, Argentina)
En medio a la realidad mundial que estamos viviendo, renovar mí sí de Oblata fue decir Sí a la vida, y repetir como Madre Antonia: “Soy Oblata y he hecho oblación de mí misma”
Renovar los votos para mí, es como dice nuestra Fundadora en una de sus circulares: la renovación es, “para enfervorizarse más y más, repitiendo a Dios sus promesas”. Y así yo he vivido mi renovación, con este sentido de la propia palabra renovar, volver ha ser nuevo. Volver a decir a Dios, que me llama y que me ama, que quiero hacer de mi vida una Oblación y ofertarla enteramente a Él para que las mujeres con las que trabajamos puedan tener vida y vida en abundancia.
Fue un lindo momento de compartir con la comunidad, reafirmando también el compromiso de vivir en fraternidad y juntas buscar la voluntad de Dios.
Actualmente vivo en Rosario, Argentina, soy brasileña, y vivir la experiencia de salir de mí tierra es poder hacer comunión con muchos que dejaron su tierra, es hacer memoria de Abraham “Deja tu tierra…y ve a la tierra que te mostraré” (Gn12, 1). Es sentir que para Dios no existen las fronteras, somos todos sus hijos e hijas.
Cada realidad tiene sus peculiaridades, pero mi vocación de Oblata es un modo de ser y estar en el mundo, que para mí se configura en: acogida, misericordia, alegría, saber escuchar y como di nuestras constituciones “mirar los ejemplos y acciones de la vida de Jesús Redentor y hacerse en lo posible semejantes a Él”.
Es poder decir, aquí estoy Señor, para hacer tu voluntad, para contribuir en la construcción de tu Reino, para junto con las mujeres que ejercen la prostitución y/o son víctimas de trata para la explotación sexual hacer un camino de liberación, de dignidad y de búsqueda por la igualdad y justicia.
Evelyn dos Santos (Lobito, Angola)
Con mucha alegría renové mi Sí como Hermana Oblata del Santísimo Redentor. Junto a mi comunidad acompañamos la misa del Santuario Nacional de Nuestra Señora Aparecida (Brasil), a través de la web, y después tuvimos una breve celebración comunitaria donde pude renovar mis compromisos Evangélicos en un clima de profunda sintonía con mis hermanas, sobre todo las compañeras de formación.
Redención, renovación, compromiso y profetismo. Estas fueran las palabras con su significado, fuerza y sentido que elegí para acompañarme en este nuevo año de mi caminar como Hermana Oblata.
El gran deseo e ilusión que traigo en esta reafirmación es poder VIVIR y SER profecía CON y EN Jesús Redentor.
Voy viviendo mi vocación día a día, comprometiendo mi vida con la humanidad y dignidad de las mujeres, intentando ser presencia activa de misericordia y anuncio del Reino.
En estas tierras de Angola voy ayudando en la construcción de más oportunidades en la vida de cada una de las mujeres que conozco, haciendo camino, comprometiendo mi vida y vocación junto a ellas.
Juntas vamos luchando y sensibilizando la sociedad, deconstruyendo conceptos y prejuicios, abandonando constructos morales y criando nuevos paradigmas que promuevan la resistencia y autonomía de las mujeres.
Juntas vamos viviendo, asumiendo este camino y desafío con coraje y audacia, porque no estamos solas, caminamos con las mujeres, son ellas que nos enseñan a vivir nuestra vocación en conformidad con nuestra misión Oblata.
Luiza Pralon (Belo Horizonte, Brasil)
La renovación de mis votos significó experimentar tres elementos intrínsecos a la vocación. El primero fue volver a visitar mi propio llamado inicial y reafirmar mi respuesta a la invitación que Él me hace para seguirlo. Lo esencial es darse cuenta de que el seguimiento a Jesús se realiza en el compromiso con una realidad específica.
El segundo elemento es la dimensión social y el compromiso con la realidad en su conjunto. Sigo creyendo en el proyecto de vida iniciado por Jesús Redentor que denunció las estructuras injustas y opresivas y proclamó el derecho a la vida de todas las personas sin discriminación.
El tercer elemento es la misión específica, que, como Oblata, abrazo. Para mí, ser Oblata consagrada significa continuar hoy el proyecto de Jesús de manera intensa, comprometida y profética, marcada por la alegría y el entusiasmo.
Dios es mi primera fuente y de Él tomo fortaleza, resistencia y dinamismo, para junto con mis hermanas de congregación continuar anunciando el amor de Dios que es para todas/os.
En este contexto de pandemia experimento las incertidumbres, pero también veo que se abren nuevos horizontes. Las mujeres nos empujan a habitar espacios desconocidos, a atrevernos a ir a nuevas fronteras y a abandonar nuestra zona de confort. Me doy cuenta de que nos están llamando a revisar la esencia de nuestra misión.
En la ciudad de Belo Horizonte – Brasil, donde participo en el Proyecto Diálogos por la Libertad, hemos encontrado cada vez más que, en la ausencia física del proyecto, las mujeres se hicieron cargo de muchas cosas que solíamos hacer como Proyecto Pastoral, mostrándonos entre líneas que nuestra acción tiene que ir más allá de la acción burocrática. Son ellas, las mujeres, quienes desde el comienzo de nuestra historia congregacional nos han mostrando y nos siguen indicando el camino a seguir como consagradas, como personas y como mujeres.
Ana Paula Aparecida (Salvador de Bahía, Brasil)
Para mí ser Oblata es una gracia de Dios. Desde que estoy en la Congregación me siento Oblata. Reafirmar, como hicimos el día 19, es hacer memoria de un camino muy hermosa, con dificultad, pero también mucha alegría. Es un proceso en el que te sientes cuidada por Dios, amada, importante para él, que me confía una misión y que cada día me desafía más, me pide más, me hace querer ser más Oblata y estar en lucha por la justicia social. Quiero seguir luchando para que otras mujeres no sigan siendo esclavas del capitalismo, del machismo, del patriarcado. De ese lugar donde se oprime la vida. Entonces, para mí, ser oblata significa renovar mi compromiso con la vida.
Yo digo siempre que estar en Salvador de Bahía es como estar en otro país. Tiene otra cultura, otra propuesta de vida. Estar aquí es una gracia de Dios, pero me siento mucho más desafiada todavía. Es una zona de mucha vulnerabilidad social. Me desafía profundamente y me hace saber que es el lugar donde debo estar, no por mí misma sino porque es el lugar donde Dios me confió. Es el sitio donde puedo poner en práctica todos los aspectos característicos de la espiritualidad oblata y redentorista.
Aquí se puede ver mejor cómo existen las injusticias y la opresión de la mujer negra. Hay una diversidad muy grande de vida, de vulnerabilidad pero también de alegría. Se puede experimentar de otra forma la vivencia del evangelio. Estamos juntas creando una nueva tierra, un nuevo espacio donde se vive la equidad, donde se pueden pensar las posibilidades de una sociedad más humana desde lo cotidiano. La vida clama a cada instante por las necesidades básicas, pero también existe una pobreza existencial muy profunda.