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24 Novembre, 2016 / Oblatas
Elena Aparicio Fernández, osr en Portugal

Elena es Hermana Oblata del Santísimo Redentor desde hace 21 años. La gran mayoría de este tiempo lo ha pasado trabajando en Portugal, concretamente en Lisboa.

Como hermana oblata, Elena acompaña a los equipos de calle por diversas zonas de la capital lusa. Recorre estas calles, cada semana, acompañada por una voluntaria; dos días por la noche, dos días por la tarde y un día por la mañana. Durante esta actividad, Elena se encuentra con varias chicas que ejercen la prostitución y se hace presente el diálogo. Es en este momento de conversación donde Elena presenta el proyecto y los servicios que ofrecen las oblatas para mujeres que están en esta situación.

Un proyecto que abarca diferentes áreas como información y formación; apoyo logístico, jurídico y social; y hasta formación de capacitación laboral.

Para Elena lo más difícil de este trabajo es llegar a conocer bien a las chicas, para así poder acompañarlas de una manera más cercana y ayudarles a resolver sus problemas mejor. Pero esto lleva mucho tiempo y trabajo, y reconoce la religiosa que uno de los peligros al que se enfrentan en esta acción es la impaciencia por querer llegar a ellas y trabar amistad cuanto antes.

La elección de acudir al centro siempre sale de ellas mismas. Las propias chicas saben cuándo es el momento de ir al proyecto o cuándo se sienten preparadas.

La respuesta está en ellas y ellas tienen que descubrirlo. Ver como ellas descubren su camino es lo más gratificante para Elena.

Para ella, la presencia de Dios en esta realidad se nota en la alegría y en la acogida de las chicas, la cuales, a pesar de sus muchas dificultades y problemas, tienen una sensibilidad especial y una cercanía muy grande. Una actitud que quizás poseen debido a estar tan habituadas al sufrimiento. Elena reconoce que sólo conoce la punta del iceberg en cuanto a problemas de las chicas se refiere, pero que la presencia de Dios en cada una de ellas es real.

Respecto a su vocación como oblata, la religiosa cuenta que, de joven, tenía una sed muy grande de llenar un vacío interior que la vida no era capaz de saciar. Su vida no la llenaba. Atraída por el trabajo con los más pobres y en especial con las chicas de la calle, en las Hermanas Oblatas encontró su vocación y descubrió que esta forma de seguimiento a Jesús era lo que realmente daba sentido a su vida.

 

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