Son muchos los elementos que se hacen presentes en cada uno de en cada una de las celebraciones del Triduo Pascal. Hoy, Jueves Santo, iniciamos la fiesta anual de la Pascua, la memoria de la muerte, sepultura y Resurrección del Señor.
En este día recordamos la última cena de Jesús. Celebramos la Alianza Nueva y eterna de Dios con nosotros. Jesús mismo nos dice “He deseado ardientemente comer esta Pascua con nosotros” (Lc 22,15), y escuchamos de nuevo el mandamiento del amor que nos dejó. Un amor “hasta el extremo” que se hace esclavo por amor, un amor que obedece, un amor que no se enfada, un amor que todo lo puede (Corintios 13).
Así, el Jueves Santo sabe a testamento. Nos trae gestos y palabras de Jesús que llevan a lo esencial, a una invitación a hacer memoria de lo vivido, pero, sobre todo, a vivir cada día haciendo memoria, realizando cada cristiano la entrega que Jesús hizo por nosotros.
Una entrega desde la ternura, alejada, como aquel lavatorio de pies, de formalismos, pero llena de todo lo que representó el paso de Jesús por esta vida: “amaos los unos a los otros como yo os he amado”.
Pero no debemos perder la perspectiva de la entrega en la cruz, la muerte de Cristo y el triunfo de la vida en su resurrección que celebramos los otros días, y completan el sentido del día de hoy.
“Hagan esto en memoria mía”
Compartan el pan,
el vino y la palabra.
Cuando el fracaso
parezca desmembrarlo todo,
cada persona, cada grupo, 2020
como cuatro caballos al
galope tirando del vencido
hacia los cuatro puntos
cardinales.
Cuando el hastío
vaya plegando cada vida
aislada sobre sí misma,
contra su propio rincón,
pegadas las espaldas
contra muros enmohecidos.
Cuando el rodar de los días
arrastrando confusión, estrépito y consignas,
impida escuchar
el susurro de la ternura
y el pasar de la caricia,
Cuando la dicha te encuentre
y quiera trancar tu puerta
sobre ti mismo,
como se cierra en
secreto una caja fuerte,
cuando estalle la fiesta común
porque cayó una reja
que apresaba la aurora,
amanece más justicia,
y la solidaridad crece,
reuníos y escuchad,
compartid el pan, compartid el vino,
dejad brotar la dicha común y sustancial,
el futuro escondido
en este recuerdo mío
inagotablemente vivo.
Benjamín González Buelta