En esta Pascua 2020, se nos regala también una oportunidad. La interrupción, el parón social, ha sido necesario para que se diera un cambio de perspectiva y pudieran nacer semillas de lo inédito. En la mañana de Pascua se nos invita a correr, con los discípulos, hacia la madrugada de una humanidad nueva; hacerlo en comunión entre los que van más lento y más rápido, convocados por los mismos signos, con significados latentes y aún por descubrir, pero convencidas que emerge un tiempo oportuno para las sinergias, la interrelación, los cuidados, la construcción colectiva y solidaria.
Correr las piedras del miedo, las dudas y contemplar cómo al llenar los vacíos con confianza, emerge lo que había empezado a germinar en el silencio, porque todo está grávido de Resurrección.
¡Alegrémonos! ¡Cristo Resucitado vive y plenifica el interior de cada una y de toda realidad! No tengamos miedo, desplacémonos hacia las nuevas galileas, los horizontes y realidades emergentes, Él va delante y nos espera. ¡Allí le veremos!