Como cada 16 de marzo, nuestra congregación celebra el aniversario de nacimiento de Madre Antonia. Casi 200 años han pasado desde aquel momento, pero su figura continúa siendo de total actualidad. Así lo expresa el doctor en Geografía e Historia por la Universitat de les Illes Balears, Pere Fullana Puigserver, quien ha subrayado que la fundadora de las Hermanas Oblatas del Santísimo Redentor no solo se salió de los cánones de la mujer en el siglo XIX, sino que, además, es «un auténtico diamante en bruto que vale la pena reivindicar».
¿Cómo se sitúa Madre Antonia en lo que era la figura de la mujer de su tiempo?
La gran fortaleza de Madre Antonia es que es un personaje difícil de encajar en los estereotipos del siglo XIX, mucho más del siglo XIX español. Por una parte, porque ella se educa en Suiza, por lo que tiene una formación muy consistente, muy sólida. Tiene unos inicios y una primera etapa en su vida en los que vive un poco al margen de los grandes problemas con los que tendrá que lidiar de mayor.
Esto para mí es una riqueza importantísima, porque ella, de alguna manera, se forma en un ambiente en el que hay que mantener un compromiso social y religioso contundente. Además, hace una opción por el catolicismo en un contexto de tensión y represión religiosa como era el de la Suiza de la primera mitad del siglo XIX. Por otra parte, esta mezcla de padre de origen español y madre suiza le da un tono y una personalidad únicas.
Su formación, en un segundo momento, le da acceso a unas determinadas familias, entre ellas la propia familia real. Y aquí entra en juego todo lo que es el tema político y religioso español. En un tercer momento, ella entra en contacto con el mundo del Vaticano, del entorno papal y el centro de la Iglesia romana. Yo creo que en este sentido ella tiene una experiencia muy importante en su vida, porque se va a relacionar con las élites de Roma y con familias de jerarcas de la Iglesia, lo que le permite tener una relación muy directa con el papa Pio IX.
En el siglo XIX no es fácil encontrar una mujer que reúna todas estas características. Por tanto, esto ya le da una singularidad que la hace un personaje fundamental cuando se revisa el papel de la mujer en la historiografía del siglo XIX. Hoy en día estas figuras tienen un interés excepcional.
¿Cómo es el proceso de Madre Antonia para pasar de su posición a dedicarse a las mujeres más excluidas de la sociedad?
Creo que hay en la congregación una experiencia importante: no todas las señoras, no todas las élites, que participan de esta nueva forma de caridad o beneficencia, tal como se estaba estructurando en el siglo XIX en Europa, son capaces de comprometerse personalmente en estas acciones, más allá de hacerlo como protectoras o promotoras. No siempre se implican de por vida en esto. Esta es la diferencia que hay entre muchas de las mujeres dedicadas a ser bienhechoras de proyectos sociales muy potentes que surgen en esta época, y las que sí lo hacen.
En España, el caso de las fundadoras de congregaciones como las reparadoras, las adoratrices y las oblatas tienen una singularidad: y es que ellas, siendo mujeres que tenían una posición social elevada, optan por dedicarse ellas mismas, íntegramente, a la obra. Antonia evoluciona de ser la señora que promueve el asilo a ser la fundadora y superiora de un proyecto religioso, de una congregación. Son dos momentos diferentes. En 1864 busca religiosas externas que contribuyan a su obra, y en 1870 opta por fundar su propia institución cuando ve que su proyecto es para ella y para personas como ella.
¿Puede ser Madre Antonia un modelo de interés en la actualidad?
Para la generación actual, sobre todo a partir de la revolución de 1868, esta obra ha cobrado muchísimo interés. Por una parte, la sociedad ha reconocido que tiene problemas con muchos colectivos vulnerables, siendo uno de ellos el de la trata de personas, la prostitución, la explotación de la mujer… tantas problemáticas relacionadas con la mujer que no se han visibilizado durante décadas. Solo a partir de los años 60 del siglo XX es cuando se produce un cambio radical en la sociedad y en la Iglesia y cambia la mirada en relación a la mujer.
Toda esta obra había sufrido invisibilidad porque se tapaba incluso dentro de la propia Iglesia, porque no era una obra que todo el mundo entendiera. Había mucho pudor a la hora de tratar con la prostitución y, en general, cualquier tema relacionado con la mujer era bastante difícil de encajar con la moral tradicional.
Entiendo que en el siglo XIX lo que se ve perfectamente es que estas mujeres perciben y entienden que la prostitución y la explotación de la mujer, sobre todo en el momento de la migración de las mujeres del campo a las ciudades para buscarse la vida en la industria. Estas mujeres van tomando cada vez más relieve, y Antonia es una figura a recuperar y estudiar. Es un diamante en bruto que tenemos y una figura que merece la pena reivindicar.