Continuamos con los testimonios (tras los narrados en parte I) de algunas hermanas que, del 26 de septiembre al 02 de octubre, participaron en el Encuentro Formativo (Congregacional e Internacional), que tuvo lugar en Ciempozuelos (Madrid).
La congoleña Godelieve Illanga desarrolla su labor en Italia, en el proyecto de San Benedetto del Tronto. Nos cuenta que este encuentro le ha ayudado mucho haber profundizado en temas referentes a la vida comunitaria. En especial, cuando se ha hablado de la necesidad de vivir como las primeras comunidades cristianas, con un solo corazón y una sola alma; resaltar los valores y actitudes de las comunidades oblatas y soñar con el futuro de las mismas.
Godelieve, que ha realizado sus votos perpetuos este año, vive su vocación con alegría, acompañando a otras mujeres en la vida fraterna y aceptando las diferencias.
Mª Glaussi Agrizi, osr en Sao Paulo (Brasil), resume este encuentro como unos días muy especiales, de mucha alegría y gratuidad, de renovación.De todas las actividades destaca las nuevas maneras de llevar la misión, con mayor creatividad e innovación. Señala que estamos en otra época y por ello se deben buscar nuevas formas de contactar con el mundo, en pluralidad de diálogo. Destaca que la congregación vive su misión en cada país, con su cultura y modo de ser, y eso les enriquece y une más, les hace ser más plurales y más humanas.
Respecto a su vida como religiosa, recordando el origen de su vocación, cuenta que fue el contacto con las hermanas oblatas donde ella vivía lo que avivó de manera espontánea el pensamiento: «quiero ser como ellas».
Ignacia Martín, hermana española que trabajó durante 40 años en Brasil, destaca del encuentro el sentimiento de alegría y esperanza que tiene la congregación. Cada vez ve más belleza en la vida comunitaria. Y sobre ello, añade este ejemplo: al ser tan internacional, la congregación es como un jardín con diferentes flores donde la variedad de las mismas, vistas en su conjunto, hace que el paisaje sea algo hermoso. Da igual si una flor es más o menos llamativa, todas son necesarias para formar el jardín. Recordando su vocación como oblata, vive con alegría y entusiasmo su vida; afirma que escogió un «buen matrimonio», ya que Cristo es su camino, verdad y vida. Ella lo que vive hoy en día lo ha aprendido y practicado en Brasil. Allí estuvo con niñas y jóvenes y las cuidaba como si fuesen de su propia familia, sus propias hermanas. Esta vivencia le ha ayudado hoy a ser feliz, más comprensiva, más humana y a llevar alegría en todo.