El día 7 de Julio, la Congregación de las Hermanas Oblatas del Santísimo Redentor hemos terminado nuestro XXIII Capítulo General con el sabor del trabajo realizado, y de la profunda celebración eucarística de clausura.
Agradecidas por este evento de gracia para toda la Familia Oblata, queremos compartir algunos extractos del texto de clausura de Marisa Arreba, nuestra nueva Superiora General.
“Llegamos al final del XXIII Capítulo General, momento muy importante para toda la Familia Oblata. Acontecimiento que iniciábamos hace unos meses compartiendo diferentes encuentros con el deseo de crear lazos y crecer en pertenencia congregacional. Pero, aunque parezca una contradicción, este momento no es el final. Es un impulso más en nuestro caminar, que nos compromete a seguir respondiendo en fidelidad a la llamada que Dios nos hace a la Congregación en este momento social, eclesial, de Vida Religiosa y congregacional.
Empezábamos con una invitación, que se nos hacía en los días del retiro, a bajar a la alfarería, a quedarnos a la intemperie y a permanecer en un estado de salida como una forma de oblación que nos expone y nos hace vulnerables. Es decir, a ser modificadas, afectadas por el otro, por la otra. Porque Dios nos mira con una ternura desbordante. Su mirada ilumina, restaura, sostiene. Hoy es el tiempo de abrirnos a esta obra nueva.
…A lo largo de los días del Capítulo hemos experimentado que es posible “nacer de nuevo”, … nos hemos puesto en actitud de discernimiento de donde han surgido las llamadas que nos van a acompañar los próximos años. Estas son, sin duda, sugerencias del Espíritu a la Congregación y a la Familia Oblata. Son esos senderos que queremos recorrer para vivir nuestro ser Oblatas y, sabemos, que no lo hacemos solas. De manera especial, lo recorremos compartiendo vida con el laicado y caminando junto a las mujeres.
… Ahora es necesario que este futuro lo forjemos entre todas con disponibilidad, compromiso, sumando y reforzando el diálogo y la escucha, haciendo experiencia de comunión, poniendo en acción todo nuestro potencial, cada una desde donde estamos.
…Ojalá podamos responder con sinceridad y verdad: “para hacer vida estas llamadas, Dios y la Congregación cuentan conmigo”. Pongámonos en movimiento, con generosidad y volviendo al amor primero, para ser capaces de renovar el sí que un día dimos, reconectar con lo que nos da vida y poder hacer real la Congregación que soñamos, siendo instrumentos de Dios para el mundo.
El Padre Serra y la Madre Antonia, que vivieron la precariedad y la fragilidad de primera mano en los inicios de la obra en Ciempozuelos, confiaron y no dudaron en abrir nuevas casas y nuevas posibilidades para las mujeres. Les pedimos que sigan acompañando el caminar congregacional y fortaleciéndonos, ayúdenos a mantener la pasión y vitalidad vocacional, aun cuando experimentemos que no todo es posible o haya que hacer ajustes y priorizar.
Con un corazón agradecido por todo lo vivido, damos por clausurado este vigésimo tercer Capítulo General, invitándonos todas a… ¡Nacer de nuevo! y forjar ese futuro con esperanza que juntas vislumbramos.
Marisa Arreba – Superiora General
