Este 7 de abril, nos unimos con alegría a la comunidad oblata de Angola para celebrar el 25 aniversario de presencia del carisma en el país africano. Es momento de hacer memoria agradecida por este camino recorrido, por lo vivido, lo logrado y los frutos cosechados durante estos años.
Iluminadas por la presencia del mismo Espíritu que guió a Jesús en su vida y misión, y siguiendo el ejemplo de María, podemos seguir siendo fieles a la misión confiada, siempre en favor de las mujeres, en especial de las más desfavorecidas y aquellas que se encuentran en contextos de prostitución.
Compartimos a continuación un pequeño relato elaborado por las hermanas que, en 1995, llegaron a Angola, acerca de cómo sucedió este momento:
“Cuando emprendas tu viaje a Ítaca
pide que el camino sea largo,
lleno de aventuras, lleno de experiencias.
…Ítaca te brindó tan hermoso viaje.
Sin ella no habrías emprendido el camino…”[1]
El 7 abril de 1995, llegábamos a Luanda (Angola), las cuatro primeras hermanas, Carmen Rodríguez, Pura González, Puri Alzola y Anastasia Rozo, acompañadas por Analita Albani, del Equipo General. Iniciábamos un viaje, un camino lleno de sueños, sorpresas, temores y también de ilusión.
Angola nos brindó la oportunidad de abrirnos a lo nuevo, lo diferente y vivir enraizando el carisma en aquella realidad y en aquella cultura. El país vivía tiempos muy difíciles, de guerra, pobreza y destrucción.
Hoy, contemplando aquel inicio muchos sentimientos se agolpan y fluyen en nosotras, envueltos todos en una inmensa GRATITUD. La acogida entrañable, la hospitalidad sincera, el sentido de humanidad, el encuentro fraterno, la relación de familia, la universalidad, la cercanía eclesial y misionera, la búsqueda compartida y carismática… y una enorme lista, sin fin, que nos han modulado y configurado como oblatas. En nuestra experiencia vital, Angola, es un viaje a Itaca, que siempre nos ilumina y transforma, “un antes y un después” permanente.
En este camino de inclusión, “ir a la otra orilla,” en aquella realidad que exigía paciencia, fuerza, coraje, sentimos el apoyo inestimable del pueblo y la iglesia angolanos. El compromiso con la realidad de “Las meninas de rua” y las mujeres, avivó en nosotras el sentido carismático de nuestra vida y misión.
La mirada atenta de la congregación, de cerca y a distancia, que seguía nuestros primeros pasos en esta tierra, que anhelaba la paz, siempre fue acompañamiento y referencia de pertenencia vital.
Ahora, nos felicitamos porque la presencia del Dios de la vida sigue acompañando el viaje permanente de la congregación con las mujeres y el pueblo angolano. La misión sigue siendo nuestro horizonte y las mujeres nos siguen marcando el camino.
¡FELICIDADES! PARABENS!”
[1] Poesía de Constantino Cavafis (1863 – 1933)