José María Benito Serra, fundador de las Hermanas Oblatas del Santísimo Redentor, nació en Mataró el 11 de mayo de 1810. Un día después, el 12 de mayo, fue bautizado, y esta fecha, más de dos siglos después, coincide con la celebración en la Iglesia de la LVI Jornada Mundial por las Vocaciones. Para este 2019, el lema escogido es ‘La valentía de arriesgar por la promesa de Dios’.
Así, precisamente, fue la vocación del Padre Serra, desarrollada en medio de un contexto de guerra e incertidumbre, con muchos desafíos, pero sin perder su ardor misionero ni el deseo de arriesgar la vida por el Señor.
José María Benito Serra abrió su corazón al querer de Dios para su vida y a las circunstancias de su momento vital. Así, su vocación monacal de Benedictino asume la dimensión misionera, llevándole a Italia, donde finalmente nace el don de ser monje misionero y cruzar el mundo. Este deseo le llevó a una expedición hacia la lejana Australia, en 1845, a sus 35 años.
“Qué pensamientos nos vinieron en aquellas horas en que estuvimos parados de frente a esta tierra por tantos siglos ignorada, abandonada…”, dice Serra en una de sus cartas, mostrando, ya entonces, su disposición a ir a las fronteras, a encontrarse con los olvidados.
En sus 15 años misioneros en Australia, el Padre Serra vuelve a viajar por mar y por tierra, se hace explorador, ganadero, agricultor, médico, albañil… Y, sobre todo, educador y evangelizador: formar personas es su lema.
En su carta al monje benedictino Miguel Godos (1846), Serra da testimonio de todo ello: «Nos pasamos dos meses con solo un poco de harina que todos los días amenazaba con concluírsenos. Por consiguiente, durante este tiempo, un poco de engrudo, en todo semejante al que hacen los zapateros, fue nuestro alimento. Obligados a estudiar el carácter y la lengua de los aborígenes, nos veíamos precisados a dormir muchísimas veces bajo el reparo que nos ofrecían las hojas de algún viejo árbol…»
Y continúa, «esta pobre cabaña nuestra es el receptáculo de enfermos… aun cuando no tenía más que un poco de harina para darles, al momento que sabía que uno estaba enfermo me iba fuera lejos y me lo hacía traer a la cabaña… Este es el motivo por el que vinieron a avisarme que un niño era herido gravemente. Salí inmediatamente… hallé un muchachito echado en tierra medio muerto.. una lanza le había ido a salirle al lado opuesto del vientre… he estrechado la carne con una hiebra de seda y untado con aceite… Una semana más tarde, volvía lleno de salud para la selva»
Un largo viaje que no solo llevó a un humilde joven de Mataró al otro lado del globo para transmitir la palabra de Dios, sino que también supuso un proceso de transformación personal que acabaría por concluir en una mirada abierta y diferente a la realidad del mundo, que más tarde transmitiría a Madre Antonia, con quien fundaría nuestra congregación.
Siguiendo el ejemplo de Padre Serra, y como dice el Papa Francisco: “En esta Jornada, nos unimos en oración pidiéndole al Señor que nos descubra su proyecto de amor para nuestra vida y que nos dé el valor para arriesgarnos en el camino que él ha pensado para nosotros desde la eternidad”.