Hoy, desde las Hermanas Oblatas del Santísimo Redentor, queremos hacer especial mención a dos fechas importantes en nuestro calendario la Solemnidad de Todos los Santos y la Conmemoración de los Fieles Difuntos.
Ambos días nos invitan a mirar el cielo con esperanza y a rememorar a todas aquellas personas queridas que nos han dejado, recordando que la vida, cuando llega el momento, se transforma en la plenitud del amor de Dios.
Una fiesta de santidad compartida
El Día de Todos los Santos nos recuerda que la santidad no es un privilegio de unos pocos, sino una llamada para todos. En el silencio del servicio, en la entrega diaria y en el amor al prójimo, cada persona puede reflejar el rostro de Cristo.
Como decía Madre Antonia, fundadora de las Hermanas Oblatas del Santísimo Redentor:
“La santidad consiste en amar mucho y servir con alegría.”
Su vida, marcada por la compasión y la entrega a las mujeres más necesitadas, nos enseña que la santidad florece cuando el amor se hace servicio.
Orar por quienes nos precedieron
El Día de los Fieles Difuntos es un tiempo de oración y memoria. Recordamos con gratitud a quienes han partido antes que nosotros, confiando en la misericordia del Padre.
Cada gesto de amor, cada palabra de consuelo, cada oración ofrecida por ellos se convierte en un lazo que une el cielo y la tierra.
Caminar con esperanza
En estos días santos, como Familia oblata, renovamos nuestra fe en la vida eterna y nuestra esperanza en la Redención que Cristo nos ofrece.
Pedimos al Señor que, siguiendo el ejemplo de Madre Antonia, sepamos vivir con un corazón abierto, disponible y lleno de compasión, hasta encontrarnos un día con Él en su Reino de luz y de paz.








