- El sacerdote del Sagrado Corazón de Jesús cuenta su vivencia en el centro Puerta Abierta Recreando
El hermano Diego Díaz es un sacerdote del Sagrado Corazón de Jesús. Recientemente ha compartido una reflexión sobre su experiencia en el centro oblata Puerta Abierta de Buenos Aires (Argentina), un programa orientado a dar asistencia a mujeres atrapadas en la trata de personas con fines de explotación sexual y en la prostitución. En él se ofrecen talleres, capacitación laboral, asesoramiento social y psicológico para ayudar a estas mujeres a dejar atrás la situación por la que están pasando.
“Mi trabajo en el centro se remonta al año 2011, cuando estudiaba psicología y entré como voluntario al proyecto”, explica Diego. Señala, además, que como hombre supuso para él un desafío personal, ya que tuvo que escuchar, aprender y relacionarse de una nueva manera con las mujeres.
Ayudar y trabajar en equipo
“Mis tareas fueron muy variadas, incluyendo trabajo de oficina y administración, la coordinación de talleres de crecimiento personal y la alfabetización. Este trabajo me permitió conocer a personas que me enseñaron la realidad de las mujeres y su situación de marginación”, afirma Diego. Fue en estas conversaciones donde encontró una gran similitud entre la espiritualidad oblata y la espiritualidad dehoniana: el trabajo en equipo, la reflexión y, sobre todo, el deseo de ayudar a los demás.
Sin embargo, uno de sus principales aprendizajes dentro del centro fue el conocer un nuevo lenguaje transformador. “Encontrar a Jesús en estas mujeres fue una experiencia fundamental para mí. Una tarde, durante la oración grupal, mi corazón se movilizó por las palabras del Evangelio: ‘En verdad te digo, hagas lo que hagas por uno de estos hermanos y hermanas, me lo hiciste a mí’ (Mt. 25,40). Ese mensaje tocó mi corazón”, indica.
Una nueva vida
“La experiencia de acompañar a estas mujeres en su empoderamiento y crecimiento alimentó mi oración diaria”, añade. Estas mujeres, anteriormente víctimas sin rostro del abuso y la trata de personas, se convirtieron en personas individuales y libres, con nombres y caras, pero, sobre todo, con historias de vida enriquecedoras.
Por otra parte, Diego muestra una visión muy a favor de colaborar en proyectos intercongregacionales. “Me ayudó a ver una nueva forma de servir. Encontrar la comunión en varios carismas es muy enriquecedor, es una forma de combinar no solo conocimientos, sino de ver a Jesús en el otro”, comenta, finalizando con la plena convicción de que, si bien las identidades de los carismas pueden ser distintas, son todas una expresión del mismo Dios que nos ama y nos invita a servir.
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