- La hermana oblata Thresiamma Mathai explica cómo es la realidad con la que trabajan en la costa adriática
- En la casa de acogida ahora mismo hay un total de diez mujeres de origen africano
- El Papa Francisco agradece a las Oblatas su labor
Son mujeres que llegaron a Italia a través de una red de trata de personas. Mujeres víctimas de violencia, de explotación sexual o que se encuentran en un contexto de prostitución. Son diez en total: seis nigerianas y cuatro eritreas. Cada una de ellas con su propia historia y, sobre todo, con la esperanza recuperada de volver a ser las dueñas de sus vidas.
Thresiamma Mathai es hermana oblata y coordinadora del proyecto Antonia, además de una de las asistentes a la Conferencia del Grupo Santa Marta el pasado mes de febrero. El proyecto consiste en una casa de acogida situada en Ascoli Piceno, una pequeña localidad de la costa adriática. “Tuvimos que trasladarnos hace poco por el último terremoto que hubo”, cuenta Thresiamma.
Recuperar la autonomía
“Un día en la casa de acogida comienza muy temprano, con el desayuno, que preparan ellas mismas”, explica Thresiamma. Después viene la limpieza, recoger y mantener cuidada la casa. Y es que, para ellas, es esencial que las mujeres se hagan dueñas en seguida de sus propios cuidados, autónomas y autosuficientes. Lo hacen por turnos, como se haría en cualquier piso compartido.
Después de esto, es el momento de las clases de italiano. “Para garantizar esa autonomía es necesario que hablen el idioma a la perfección”, indica Thresiamma. Son mujeres en un proceso de empoderamiento en el que recuperan su voz, sus medios para ganarse la vida y por medio del cual salen de ese otro gran peligro que suponen los contextos de trata, violencia y prostitución: la exclusión social. Algo que puede evitarse con la inserción en el mercado laboral.
Tendrán que leer, comprender y firmar contratos laborales o de alquiler. Tal vez quieran sacarse el carnet de conducir, acceder a estudios… Por eso las acompañan en todo momento, además de las hermanas, un equipo de profesionales cualificados: abogados, psicoterapeutas, trabajadores sociales, educadores… “Del mismo modo que se les da asistencia sanitaria, se les ofrece también asistencia legal, ya que son personas que necesitan poner papeles en regla, tramitar contratos laborales, etc.”, apunta Thresiamma. Para todo ello se las prepara, haciendo siempre hincapié en que puedan valerse por si mismas, ya que esto no es solo autonomía. Es libertad.
Después de esto acuden a clase en sus respectivos centros de estudio. “Hay algunas que necesitan sacarse el graduado escolar, otras que acceden a formación profesional y otras que incluso están haciendo prácticas en empresas”, explica Thresiamma. De hecho, después del almuerzo acuden todas a sus respectivos trabajos, muchos de ellos en restaurantes de la costa.
Acciones conjuntas
La casa de acogida Antonia es un proyecto aprobado por ley en el que se trabaja de manera muy estrecha con el Ministerio del Interior. “Muchas de las mujeres víctimas de trata que llegan al proyecto lo hacen por esta vía”, apunta Thresiamma. También llevan a cabo una importante labor de sensibilización acerca de este colectivo con el ayuntamiento de la localidad, así como con la policía y otras instituciones. “En algunas ocasiones hemos acogido mujeres acompañadas por sus hijos, pero ahora mismo estamos más centrados en casos en los que no hay menores”, indica Thresiamma, si bien no descarta que, si se da el caso, reciban mujeres en esta situación.
Todo esto crea una red de acciones con las instituciones y otras organizaciones para ayudar a las mujeres a salir adelante. Y aquellas que acuden a la casa de acogida no tienen un tiempo establecido para permanecer en el proyecto. Son libres para estar y para marcharse cuando sientan que han recuperado su voz, su autonomía… su vida.