Testimonio recogido en el libro “Ser Oblata, una forma de vivir” de la Pastoral Juvenil y Laicado Oblata (Provincia Europa)
Nace en una ciudad llamada Inongo, a orillas del lago Mai-Ndombe, en la República Democrática del Congo. Estudió en el colegio de las Hermanas de la Inmaculada, donde brotó su vocación, atraída por la cercanía, cariño y respeto de las hermanas a los más pobres.
Sin embargo, la familia de Godelieve no se mostraba de acuerdo con su opción de vida religiosa, por lo que le pidieron que terminase sus estudios antes de entrar en la congregación. Con las Hermanas de la Inmaculada comenzó su vida religiosa, y con ellas vivió unos años muy felices. Sin embargo, el fallecimiento de su padre supuso para Godelieve un momento muy doloroso que la llevó a acompañar a su madre. Pero en su corazón permanecía y aumentaba cada día el deseo de volver a unirse a la vida consagrada.
Fue entonces cuando le ofrecieron la posibilidad de retomar en Italia el camino de la vida religiosa y donde conoció a las Hermanas Oblatas del Santísimo Redentor, con quienes ha hallado realizado el sueño de entregarse a las más pobres.
“Esto no es una obra de caridad sino una obra de redención”. Godelieve señala que esta frase del Papa León XIII, recogida en el documento de Aprobación del Instituto, siempre la ha impresionado, ya que reconoce en ella que esta Congregación es un don para la Iglesia y la sociedad. Es impulso para compartir la Buena Noticia del proyecto liberador con las mujeres que viven en situación de prostitución o son víctimas de trata con fines de explotación sexual desde una actitud de misericordia, gratuidad y esperanza. “La situación de exclusión de la mujer clama justicia y Dios y la Iglesia sigue contando con nosotras para su proyecto liberador”, dice Godelieve.